viernes, 24 de julio de 2009

Estrategias positivas que ayudan a enfrentar un duelo

Qué respuestas aporta la espiritualidad

Despojada, con la sensación de haber sido robada, abrazando el vacío Así se
siente una persona que atraviesa el dolor de un duelo, según la psicóloga
Laura Yoffe, autora de un estudio que examina la ayuda de la religión y la
espiritualidad para afrontar la muerte de alguien próximo.

Su investigación, cuyas conclusiones preliminares fueron presentadas en el
Encuentro Latinoamericano de Psicología Positiva que días atrás organizó la
Universidad de Palermo, recoge el testimonio de representantes de diversos
credos y se suma a un estudio anterior, publicado en la revista Psicodebate
, que recorrió las emociones desatadas por la muerte de una persona cercana
y el trabajo psíquico del duelo.

La muerte casi siempre actúa como un terremoto, pero la vida sigue y no hay
más alternativa que descubrirle un nuevo sentido y reconstruir el mundo
quebrado. Más allá de las diferencias individuales, una muerte inaugura un
itinerario con fases evolutivas, según comparten los investigadores que
indagaron los procesos involucrados en un duelo.

El impacto inicial, que puede anestesiar o congelar interiormente, como
forma de negar o anular la realidad de la muerte, desemboca en una reacción
emocional de rabia y desesperación, que incluye la esperanza imaginaria del
regreso de la persona perdida.

"La búsqueda del ser querido se torna frustrante y crece la convicción de
que no podrá ser encontrado en la realidad externa, sino sólo en el interior
de uno mismo, en aquellas representaciones construidas en el vínculo que los
unía", comenta Yoffe.

Entonces, puede ayudar la pregunta "¿qué me dejó esta persona?" para
recuperar los valores positivos que dejó como herencia.

En palabras del sacerdote jesuita Ignacio Pérez del Viso, quienes han
sufrido una pérdida no deben centrarse en una actitud de resignación, sino
que deben retomar los valores positivos por los cuales la persona fallecida
luchó.

Como situación límite, la muerte siempre confronta con el misterio de la
condición humana, y no son pocas las personas que recurren a la religión y
la espiritualidad como medio de búsqueda de un sentido de trascendencia.

"Todas las religiones han elaborado respuestas para los momentos críticos de
la vida. Y existen rituales, prácticas individuales o colectivas -que, según
el credo, pueden consistir en una oración, una práctica de meditación, la
lectura de un texto considerado sagrado- que promueven estados afectivos de
esperanza, perdón, afianzamiento de la autoestima, paz, bienestar, amor y
compasión", comenta Yoffe.

"Las prácticas de meditación y contemplación sirven para disminuir el
sufrimiento y alcanzar estados de mayor calma mental, placer y felicidad",
según plantea el Dalai Lama, líder espiritual del budismo tibetano.

La expresión de las emociones también ayuda a una progresiva disminución del
dolor; reprimirlas dificulta la reorganización emocional, así como el
permanecer rumiando el sufrimiento.

"Si una persona se queda sola en su casa, llorando deprimida, no se da la
oportunidad de superar el dolor. La melancolía no da salidas, no permite
abrir nuevas puertas, hacer cambios y construir nuevos proyectos personales.
Por eso es importante encarar una búsqueda activa de recursos que permitan
la sanación interior, en lugar de quedar atrapado en el dolor", alerta la
investigadora.

Y destaca el planteo del rabino Adrián Herbst, ex decano del Seminario
Rabínico Latinoamericano Marshall Meyer, quien propone acciones para
transformar el dolor en amor.

Encuentro latinoamericano de psicología


Por Tesy De Biase
Para La Nacion Ciencia/Salud

martes, 21 de julio de 2009

Burnout: el desgaste de la vocación

Conocé sobre esta enfermedad que ataca una zona muy particular: la identidad profesional. Además, consejos para llevar una vida laboral sana.

Por propiedades y funcionamientos análogos, el hombre siempre se ha referido a su propio cuerpo como una "máquina", en el que cada engranaje y tornillo tiene una razón de ser y actúa en nombre de un programa común. Vale preguntarse entonces qué ocurre cuando este complejo mecanismo se desgasta por su repetido uso (o mal uso) y sus piezas comienzan a fallar, queriendo ejecutar inútilmente una función que ya no pueden cumplir y que sólo logra recalentar la máquina hasta averiarla por completo.

Ya sea con fines didácticos o por un oscuro sentido del humor, psicólogos y médicos se valieron de esta metáfora para describir y dar nombre a una reciente enfermedad psico-física que se da en el seno de las sociedades modernas y que afecta la vida de los profesionales: el Burnout o síndrome de desgaste profesional.

La palabra Burnout significa quemarse hasta extinguirse, y ha sido pensada específicamente para referir la situación de trabajadores sociales, de la salud y de la educación: profesionales cuyo trato con personas que sufren enfermedades, padecimientos crónicos o violencia puede terminar por afectarlos psicológicamente.

El estadounidense Herbert Freudenberger fue quien, en 1974, describió por primera vez esta enfermedad de carácter clínico como "una sensación de fracaso y una experiencia agotadora que resulta de una sobrecarga por exigencias de energía, recursos personales o fuerza espiritual del trabajador." El psiquiatra basó sus estudios en la observación de la evolución que sufrían unos cuidadores voluntarios de personas con adicción a drogas. Del entusiasmo inicial, al desanimo y desinterés, el grupo de profesionales a cargo terminó por descuidar sus tareas.

El tener que ser testigo de padecimientos de distinto tipo, sumado al cumplimiento de la propia práctica profesional, genera en determinados trabajadores una patología que con frecuencia se asimila al estrés. Sin embargo, se diferencia de éste porque afecta a una zona muy particular: la identidad profesional.

El docente que juzga que su entrega a la docencia no tiene el éxito esperado, el personal de enfermería, que se ocupan de personas infectadas con HIV, los profesionales dedicados a la oncología y a los enfermos cardíacos: todos experimentan vivencias de sufrimiento y pérdidas permanentes y por ello son potenciales víctimas del burnout.

Guillermo Augusto Vilaseca, licenciado en psicología de la Universidad de la Buenos Aires (UBA) y orador del V Congreso Internacional de Estrés Traumático en nuestro país, considera de extrema importancia investigar esta patología porque cree que explica lo que ocurre hoy con los profesionales. "La clave está en estudiar qué pasa con sus ilusiones cuando se topan con las realidad, y cuál es la consecuencia de este defasaje; porqué, más allá de que todos inician desde su vocación con muchas ganas una tarea, al tiempo de andar en ella empiezan a sentirse, por lo menos, incómodos en la misma".

Este agotamiento espiritual, emocional y físico no solo repercute en la calidad de vida de los profesionales, sino que también ocasiona una declinación en su capacidad para realizar su tarea con alegría, lo que se expresa en un descenso de la calidad y cantidad del rendimiento de trabajo. "Cuando se habla del proceso Burnout, del quemarse, lo que se quema es la vocación. La identidad profesional es lo que se va deteriorando; y entonces, nos vamos encontrando con personas que se sienten cada vez menos eficaces, menos efectivas, con menos ganas y entusiasmo de desarrollar su actividad", agrega Vilaseca.

A medida que se va desarrollando la enfermedad, el descontento avanza y el trabajo comienza a carecer de sentido para el profesional. Los síntomas, que antes solo podían observarse en el plano psicológico, comienzan a hacerse visibles en el cuerpo. En esta fase es común sufrir fatiga permanente, insomnio, cefaleas, disminución del deseo sexual, gastritis, estado de tensión y otros.

El profesional comienza a atentar contra si mismo. Con frecuencia, muchos buscan ampararse en las drogas y en el alcohol. Por último, se produce el colapso emocional y físico final que obliga al trabajador a dejar el empleo.

¿Es imposible llevar una vida profesional sana que mantenga el nivel de entusiasmo del trabajador por su actividad y no perjudique su salud? Recientes investigaciones sobre el tema afirman que para prevenir el síndrome existe una serie de consejos que ayudan a mejorar la calidad de vida laboral además de prevenir el estrés en el trabajo:
 
- Fomentar los cambios de hábitos que lo perjudican

- Realizar ejercicios físicos y de relajación

- Administrar el tiempo de manera gratificante

- Evaluar sus fuerzas y debilidades de un modo realista

- Aprender a decir No

- Delegar algunas tareas

- No dejarse vencer por la frustración

- Cultivar actitudes positivas

- Mantener una vida social activa

- No faltar a los encuentros familiares o amistosos

- Aprender a conocerse a sí mismo

Por: Rosario Fernández Arias

 
Cortesia T u e s t i l o G a l i c i a

martes, 14 de julio de 2009

Burn Out

Psiquiatras, víctimas del estrés laboral

Más de la mitad experimenta síntomas del síndrome del quemado o burnout, como extenuación o desapego del paciente

El trabajo es salud. ¿Cuánto habrá de verdad y cuánto de mito en esta vieja frase?

Para buena parte de los psiquiatras, el desgaste que implica el ejercicio cotidiano de la profesión desmorona aquella aseveración.

Por Darío Palavecino Corresponsal en Mar del Plata de La Nación - Nota Publicada el Sábado 2 de mayo de 2009

Según estudios realizados en los últimos años, más de la mitad presenta extenuación emocional, desapego del paciente, insatisfacción y bajo rendimiento laboral, síntomas principales del llamado burnout o síndrome del quemado.

Pero en estos días que corren, con crisis económica y financiera internacional, servicios de salud en problemas y mayor demanda de consultas, los porcentajes ya se anticipan superiores en una nueva encuesta sobre el tema que se puso en marcha durante el desarrollo del XXV Congreso Argentino de Psiquiatría, que se realizó la semana pasada en el Sheraton Mar del Plata Hotel.

"No todos los problemas mentales tienen sus raíces allá lejos y hace tiempo", advierte la psiquiatra y psicóloga Elsa Wolfberg, especialista en burnout. Recuerda que la psicología postula que los padecimientos mentales nacen en los primeros años de la vida en función de los vínculos familiares.

"Por mejor tránsito de aquellos días de niñez y adolescencia, ciertas condiciones adversas o disfuncionales laborales generan nuevas patologías", dice a LA NACION, y ratifica: "El trabajo puede ser una fuente de enfermedad".

El psicólogo Herbert Freudenberger fue quien definió como burnout al desgaste o sobrecarga que enfrentaban sus colegas y psiquiatras. Wolfberg lo plantea como un cuadro de estrés crónico generado en el contacto frecuente con personas sufrientes o dependientes con consecuencias diversas para el profesional. "Ante ello, come más, fuma más o se medica más como modo de alivio", explicó.

La especialista, a cargo del capítulo de psiquiatría preventiva de la Asociación de Psiquiatría Argentina, resaltó la inquietud que existe por el malestar y la falta de condiciones de trabajo en el sector, semillas para que brote el burnout. "Tenemos colegas que se infartan o padecen cáncer en una media por encima de la población", dijo. También mencionó casos de invalidez. Y otros todavía peores. La Argentina no tiene estadísticas sobre el tema, pero destacó que, en Inglaterra, por ejemplo, los profesionales de la salud tienen una tasa de suicidio dos veces más alta que el común de la población. En el caso de las médicas es tres veces superior. Y dijo que esa tasa "es aún mayor entre los psiquiatras".

Un trabajo realizado mediante el portal Intramed y presentado en este congreso sostiene que sobre 6150 profesionales de la salud encuestados, el 36,3% tiene la percepción de "estar quemado" o alcanzado por burnout relacionado con el cansancio emocional.

Víctimas de la agresión

En las últimas décadas, según explica Wolfberg, se estudiaron los estresores laborales y se creó una psicopatología del trabajo. El consultorio suele ser un ámbito en el que el profesional es víctima de hostilidad, sobrecarga, devaluación o descalificación de su labor. Rescató una encuesta elaborada por Intramed entre 30.000 profesionales de la Salud de América latina que confirma que el 50% de los consultados sufrió agresión física o verbal por parte de sus pacientes o familiares de estos.

A esto se le suma el entorno laboral. La especialista plantea que muchas veces los psiquiatras atienden en los hospitales dónde y cómo se puede. "Me ha tocado en un pasillo y hasta en una morgue", dijo. Y confirma que, para cumplir con la tarea, el profesional debe crear una "campana virtual" para llevar adelante esa sesión. "Esto -dice- erosiona el bienestar del profesional."

Califica de "frustrantes" estas condiciones para el ejercicio de la medicina, a los que se suman problemas de empatía, disconformidad con ingresos económicos, presiones por la responsabilidad profesional y los riesgos de la mala praxis entre estas esquirlas que mellan al psiquiatra.

Los jóvenes se "gastan" más rápido que los experimentados, a los que se reconoce más "blindados", según la definición de Wolfberg.

Una investigación personal que encargó un servicio de salud del país le dejó resultados alarmantes. En uno de ellos, el 100% de los médicos padecía burnout.

Hay un atajo para eludir esta patología y parece que es la prevención. En la Capital Federal, por ejemplo, ya existe una ley contra el desgaste profesional. A la par, el ABC de las recomendaciones sugiere cuidado de la salud, espacios de diálogo grupales en el lugar del trabajo, reconocer padecimientos, espíritu de cooperación por encima del de competencia y dar reconocimiento a sus pares.

"Ejercer la profesión no tiene por qué dejar de ser algo placentero", insiste Wolfberg. Y vuelve a la carga contra aquella afirmación que parece tener más de mito que de verdad: "Sin condiciones -sentencia-, el trabajo no es salud".